Qué
silencio tan extraño, como dice mi amada y querida amiga Elisa. ¿Qué
nos queda en esta vida en la que nos están despojando de toda
esperanza para avanzar?. ¿Qué teníamos que no nos hayan quitado,
intervenido?. Hasta la ilusión.
Primero hipotecamos nuestras vidas ansiando vivir de una manera tan
vacía. Y ahora que ya no queda nada, que ni casa, ni trabajo, ahora
nos damos cuenta de lo equivocados que hemos estado. Vivir para tener
es el mayor error que una persona puede cometer en su vida. Vivir
para ser, ese es el camino, esa era la bifurcación que deberíamos
haber tomado en el trayecto. Ser inteligentes, ser amables, ser
generosos, ser amantes, ser como los animales de la selva, comer para
vivir y vivir para sentir; criar a los hijos como buenas madres y
como buenos padres, disfrutar de su niñez, alimentarlos con el pecho
que da la vida, abrazarlos y arroparlos, calmar sus miedos, curar sus
enfermedades, con cariño y paciencia.
Se
nos pasa la vida anhelando tesoros imposibles, adorando al dios del
dinero, para tener dos casas, dos coches, dos cuentas corrientes. En
definitiva para tener y tener y nos olvidamos del ser.
Porque
yo quiero que mis hijos sean buenas personas, que sepan valorar lo
que no se compra, que disfruten del sol, que no por estar ahí cada
día vale menos. De la luna, que no por salir a lucirse cada noche
tiene menos importancia. Del bosque, del mar, de la naturaleza que no
para de darnos pistas de como vivir y casi nunca la escuchamos.
¿Qué
nos queda? La fe en nosotros mismos, la capacidad de reinventarnos,
de resurgir como el ave fénix de nuestras propias cenizas. Se lo
debemos a los que murieron por la libertad, a los que fueron
asesinados por querer ser libres, por amar la vida; a esos que
pelearon por lo derechos que hoy día, entre todos, nos hemos
encargado de patear y pisotear una vez más. Se lo debemos a nuestros
hijos, que tal vez aún no puedan hacer oír sus voces pero que con
sus miradas nos suplican que el miedo no nos haga arruinar el mundo
que les va a quedar por herencia a ellos. Nos lo debemos a nosotros
mismos. Porque vivir con la mirada agachada nos oprime el alma,
porque tragar y tragar nos hace ahogarnos en nuestra propia vergüenza
y en una cobardía que no nos pega, que no nos deja avanzar. Vivir
para soñar y hacer esos sueños realidad. Eso es lo que tenemos que
hacer, esa es nuestra obligación, nuestra tarea para hoy, mañana, y
hasta el día que se nos oiga y se nos tenga en cuenta. No queremos
más mentiras, no queremos más engaños y no queremos en el poder a
ladrones hijos de satanás que roban el pan de nuestras familias y
nos quitan el derecho a sentirnos dignos.
Qué
triste me siento desde hace tiempo, pero lo que quiero es cambiar esa
tristeza por rabia. Que la tristeza me paraliza y yo lo que quiero es
luchar por lo que es digno y por lo que es nuestro.
maría
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