Me
pasa una cosa muy curiosa. Cuanto menos tengo, más rica me siento.
Porque cada peldaño que he bajado me ha servido para asentar más
los pies en la suelo. Tal vez cuando camine descalza y sienta la
energía de la tierra subiendo por mis piernas, inundando mi cuerpo
sea yo misma de verdad, sin adornos, sin afeites. Me siento como un
folio blanco donde poder escribir versos, hermosas historias,
canciones de amor, el teatro de la vida. Me siento como un lienzo
blanco, donde poder dibujar con pinceladas suaves un maravilloso
paisaje de mar, o la colina majestuosa de la Alhambra. Siento que mi
alma es una esponja, impaciente por empapar tantas cosas que querría
aprender, experiencias no vividas que los demás me cuentan y que yo
quiero disfrutar, aunque soy consciente de que no puedo recuperar el
tiempo perdido, precisamente por eso quiero no perder más ni un
minuto en no vivir.
Pensé
que nuca más podría tener amigos, y me equivoqué, sólo tengo que
buscar en otros lares, en otras plazas, porque siempre hay gente
dispuesta a compartir, necesitada de dar calor y de recibir sonrisas.
Estoy contenta, porque cuanto menos necesito más llena me siento.
Dijo
Violeta Parra: Gracias a la vida, que me ha dado tanto... Sólo hay
que observar lo que nos rodea y descubrir todo lo bueno. Aprender de
las malas experiencias es una virtud que cada día cultivo mejor y
que cada día me da mejores frutos. La vida es una gran escuela donde
todos podemos ser alumnos y maestros. Sólo hay que ser generosos
para regalar lo que sabemos y humildes para aprender lo que
ignoramos. Es un trueque muy sencillo, al alcance de todos. Sólo hay
que tomar asiento al lado de quien nos puede enseñar, abrir muy bien
los ojos y aguzar el oído. Siempre, siempre aprenderemos algo nuevo
y maravilloso.