sábado, 27 de noviembre de 2010

Vivaldi El Otoño


Preludio de nieve y frío, cuna de hojas caídas y lluvias esperanzadoras, tiempo de membrillos y acerolas, sol velado, vendimia de risas y uvas, sosiego para el alma, descanso para el cuerpo después de días frenéticos de sol y playa.
El otoño es una gran estación, Vivaldi lo refleja con su música de violines, colores ocres, amarillos, naranjas.
Me gusta, el otoño, sus días tranquilos, la vuelta a la rutina, olor a libros nuevos, libretas por estrenar, lápices de colores, mochilas, zapatos gorila, lluvias renovadoras, pies mojados presurosos por la ciudad buscando un café donde ponerse a cubierto mientras pasa el aguacero…
En esta forma de vivir que llevamos, donde no nos fijamos en lo que pasa sin prisa pero sin pausa, los días unos detrás de otros, impasibles, sabiendo que el mundo es así, la vida es así, hagamos lo que hagamos, un día sucede a otro, una estación a otra. Que el mundo avanza y seguimos inmersos en nuestros problemas, en los problemas de los políticos, en la bolsa que sube o que baja, en el sueldo que no nos llega, esto para el que tenga la dicha de tenerlo, la hipoteca, el dinero que no tenemos pero que aún así nos gastamos en las vacaciones… Y mientras, las hojas se caen un año más, la temperatura baja como cada año, el frío empieza a instalarse en nuestras casas y nuestros huesos, los hijos crecen, los padres envejecen, las puestas de sol siguen igual de bellas, los amaneceres igual de esperanzadores, los días en definitiva que significan una oportunidad más para vivir, para fijarnos en lo importante, para crecer, para sentir, para cambiar, para soñar, para ayudar, para amar, para hacer amigos, para cuidar los que tenemos, para ser conscientes de lo que somos, lo que queremos, lo que necesitamos…
A veces, demasiadas veces, no vemos esa oportunidad, porque las letras, los números nos ciegan, las ansias de querer ser lo que no somos así a las bravas, nos impiden ver donde está lo importante, demasiadas veces nos conformamos con ser como los demás quieren que seamos, amoldándonos a una vida que no es la nuestra.
Me gusta el otoño, porque disfruto de todas y cada una de las estaciones del año, gozando lo que hay de bueno cada día, cada mes. Esta vida es un regalo y aunque a veces encontramos dificultades que nos hacen sentir un poco mustios, un poco tristes, debemos sentirnos privilegiados, porque cada día que amanece es una gran oportunidad para cambiar algo en nuestro mundo que nos ayude a seguir adelante.
maría

jueves, 25 de noviembre de 2010

Padres e Hijos



Solo un 7% de los padres se implica en la crianza de los hijos tanto como las madres”

Es el titular de una noticia de hoy en El País. Me parece significativo en un día donde se habla en todos los foros sobre violencia doméstica.
La madre, trabaje fuera de casa o no, se siente sobrecargada y con la sensación de no llegar nunca e incluso de no estar el suficiente tiempo con sus hijos.
El modelo tradicional en la educación de los hijos sigue siendo el que impera a la hora de criar a los niños.
Con estas cifras se demuestra que no hemos avanzado demasiado. La mujer sigue siendo la que se encarga de casi todo lo relacionado con los hijos, la que educa, lleva, trae, falta al trabajo para llevar al retoño al médico, se levanta por las noches, tenga que madrugar o no, cambia al bebé, le prepara biberones...
El problema empieza cuando, se dice “te voy a ayudar”, “yo ayudo a mi mujer en casa” “yo le echo una mano a mi mujer con los niños”... como si la casa y los niños fueran propiedad exclusiva de la mujer y el marido estuviera ahí no sé muy bien para qué.
Con esta forma de criar, educar a los hijos seguimos marcando a fuego los roles machistas de los que tanto creemos huir pero que nos persiguen en casi todos los ámbitos de la vida.
Si un padre se implica cien por cien en la crianza de los niños, en la cooperación, que no ayuda, de las tareas domésticas, si los hijos ven que ese barco es de todos y que hay dos capitanes, serán niños y a la postre adultos más sanos física y mentalmente.
Los niños necesitan sentirse arropados y amparados por los dos, desde la concepción, saber que son importantes para ambos ser mimados y besados, queridos por las dos personas que le dieron la vida.
No siempre es así, no siempre están ahí, no siempre el padre está dispuesto a dar el todo por el todo por los hijos. Piensa que con ganar dinero para alimentarlo y vestirlo cumple con su función.
No saben estos padres que el alimento del alma en esos primeros años es tan importante como el del cuerpo, no saben, porque no se quieren enterar, que ese alimento será la base para que ese hijos sea un adulto feliz y completo.
El problema, es que cuando se quieren dar cuenta ya es tarde, porque aunque intenten rectificar nunca podrán compensar lo que no hizo y el exceso fuera de tiempo puede llegar a ser tan dañino como el defecto años atrás.
Queremos que se erradique la lacra de la violencia de género, doméstica o como se le quiera llamar, pero seguimos sin gastar demasiado en la Educación no solo de los hijos, sino también de los adultos cuando quieren ser padres.
Es el trabajo más importante que realizaremos en la vida y qué poco nos preocupamos de pre-educarnos antes de tener un hijo.
Siempre hay excepciones que confirman la regla. Ojalá deje de ser pronto una excepción.
maría

lunes, 15 de noviembre de 2010

El ego, la conciencia y el corazón


Sólo cuando desaparece el Ego y surge la conciencia podemos pensar con el corazón”
Demasiado a menudo nos recreamos en nuestras penas. Pensamos, cuando algo en la vida no nos sale como quisiéramos, que somos los más desgraciados, que la vida nos trata mal, que nosotros somos buenos y merecemos ser felices.
Recrearse en el dolor de una pérdida no es sano. Es sabido que cuando alguien desaparece de nuestras vidas, por cualquier circunstancia, por cualquier avatar, sufrimos. No nos gusta prescindir de lo que consideramos nuestro y con las personas que nos rodean pasa que las sentimos de nuestra propiedad y que nunca deben irse de nuestro lado.
Cuando alguien muere hay que hacer duelo. El tiempo de luto no es ni más ni menos que eso.
Pero pasado ese tiempo la vida ha de seguir, la vida ha de continuar. Flaco favor nos hacemos a nosotros mismos y a los que nos rodean si constantemente nos hacemos los mártires, los más desgraciados.
La vida es ¿maravillosa? No, la vida es lo que es, una sucesión de días con sus noches en los que tratamos de sobrevivir, en los que hacemos lo imposible por ser felices, por estar tranquilos, por sortear lo que nos hace daño, por trabajar en lo que nos gusta, por disfrutar con un libro, por deleitarnos con música, por recrearnos en una comida que nos haga sentir bien, por amar, por sentir la compañía de alguien a nuestro lado, por buscar amigos que nos conforten...
La vida es eso y alguna que otra cosa más. Lo importante es que cuando alguien nos deja sepamos afrontar el hecho y ver si tiene algo de positivo. Aferrarnos a eso y seguir hacia delante, sin mirar atrás, con la ilusión puesta en lo que vendrá, pero sin recrearnos en el dolor de lo que se fue. Dijo alguien, “nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”. Y es cierto, siempre es cierto.
Sólo cuando pensamos con el corazón podemos dejar que el que se fue lo haga en paz.
maría